Una educación evolutiva
Melissa Merlo
Escritora y catedrática universitaria
Doctorante en Educación Políticas Públicas
y Formación Docente. UPNFM.
Tegucigalpa, abril 2020
Las
guerras, las pandemias y los fenómenos naturales han marcado la existencia del
ser humano a través de los siglos en los que hemos tenido el privilegio de
habitar este planeta. Privilegio que podría estar por terminarse. De hecho,
hemos sido nosotros, los homo sapiens, quienes en nuestra limitada y poco
desarrollada sabiduría en la convivencia, hemos generado la mayoría de los más
fuertes acontecimientos que destruyen esta casa común. El filósofo y escritor
israelí, Yuval Harari, en su libro "Sapiens. Breve historia de la humanidad" (2018),
reflexiona cómo nosotros, los sapiens, a diferencia de los demás homos, que son
muchos en el correr de la historia y no solo los neandertales y dos o tres más
que nos enseñaron en la escuela, seremos los homo que menos tiempo estaremos
sobre la faz de esta tierra. El genus
homo se ubica en África hace 2.5 millones de años, y hace apenas 70,000
años sucedió la revolución cognitiva del homo sapiens que dio paso al
surgimiento del lenguaje y con él, el comienzo de la historia de la humanidad.
¿Por qué la ciencia y la filosofía piensan que estaremos en este planeta menos
que todos los otros homos?
De
acuerdo a Harari (2018), nosotros, los homo pensantes, científicos, académicos,
intelectuales, tecnológicos, economistas, maestros, agrónomos, ingenieros, narcotraficantes,
criminales, creadores del bien y del mal, y todas las demás carreras, oficios y
desoficios, aprendimos de todo, menos a convivir en armonía con el planeta, y
yo agregaría, tampoco con el espacio sideral que nos corresponde como globo
terráqueo. Somos malos guardianes de la tierra, actuamos con egoísmo en el
barrio, en la residencial, en el trabajo, en la cárcel, en la calle, en el
campo, en las aguas, en el espacio; todo lo convertimos en recipiente de la
basura que desechamos producto de nuestro consumismo absoluto y cruel. El que
tiene, exagera, y el que no tiene, quiere para exagerar. Naciones enteras hemos
crecido por generaciones sin filosofía, ahora enfrentamos las consecuencias y
aducimos ignorar las causas. Con mucha facilidad, casi autómata, encontramos
culpables para todo, nunca nosotros. Somos unas pobres víctimas del sistema
global que nos obliga a hacer lo que el macromundo de las megaorganizaciones ha
planificado para nuestros pobres niveles de inteligencia y de conciencia.
“Despierta
humanidad, ya no hay tiempo” enfatizó la hondureña Berta Cáceres al recibir de
parte de la Fundación Ambiental Goldman, el Premio Ambiental Goldman del 2015, uno
de los máximos reconocimientos que se otorga a activistas en pro del
medioambiente. Y es así, el tiempo se agotó, ya no hay más tiempo para
derrochar. En primer lugar, nuestro ciclo personal de vida se acorta por el
total de las decisiones que tomemos sobre él, la salud en todas sus
dimensiones, el nivel de desarrollo intelectual que le permitamos, el espacio
cultural en que vivimos, las decisiones económicas, sociales, espirituales y
filosóficas, delimitarán nuestro ciclo vital. En segundo lugar, la destrucción
paulatina del planeta, como verdugos directos o indirectos, nunca ignorantes,
posiciona una duración temporal de lo que tocamos, el agua, la tierra, los
animales, nosotros mismos. Los días pasan más rápido, las noches son cortas. En
tercer lugar, la temporalidad de lo que poseemos se acorta a favor del sistema
económico de turno, el concepto de la obsolescencia programada, la tecnología
descartable en la sociedad de consumo, nos convierte en una varita mágica que
va restando años a nuestra existencia (Yang & Zabalo, 2016). En cuarto
lugar, acorta nuestro tiempo el hecho de que somos humanos en lucha contra la
humanidad. Perdimos, en algún pozo oscuro, el concepto que nos convertía en
tales. Nos hemos vuelto apariencia, reflejo de una imagen que fue buena,
solidaria, altruista, intrínseca y bella. Y, en quinto lugar, el tiempo apremia
para encarrilar los cuatro puntos anteriores, y el camino para hacerlo es la
educación. El atraso que, en la mayoría de los países centroamericanos,
mantienen los sistemas educativos, es lo que nos tiene sumidos en este pozo sin
tiempo en el que año con año se repite una misma línea retrógrada, inamovible
(con pocas excepciones), en donde políticas educativas inservibles son las que
gobiernan la educación. ¿El Estado? Bailando al son de la empresa privada (global)
y de los gobiernos de turno.
Dejemos
de elucubrar e imaginar salidas mágicas o imposibles para el año educativo
2020, y subsiguientes. La pandemia del coronavirus, que provoca la enfermedad
COVID-19, rodeado de estadísticas y teorías algunas ciertas, otras
conspirativas, otras prematuras, ninguna concluyente por lo reciente del
fenómeno, mantiene en ascuas a todos los sistemas de gobierno y el sistema
educativo es uno de los más afectados. En el escenario actual, la ubicuidad se
presenta como la mejor y mayor de las alternativas y, de hecho, es la que se
está aplicando en un gran porcentaje de los sistemas educativos del planeta,
principalmente en la educación media y superior. Por supuesto, me refiero a la
población que tienen acceso a la World Wide Web, y que tiene un buen nivel de
conectividad. ¿Y los docentes y estudiantes que no tienen acceso al internet ni
a la conectividad? ¿se convertirían en los nuevos excluidos de la educación? ¿Y
la educación no formal, la informal, qué espacio tendrán? Pierre Levy (2020),
precursor moderno de la educación ubicua y de la inteligencia colectiva
aplicada a la educación, habla de una ética de inclusión y hospitalidad, válido
en un país o región en donde la conectividad es planteada como política de Estado
y ejecutada por los gobiernos de turno, inválida en el resto. Nunca como ahora
tomarán mayor sentido los conceptos de ética e inclusión, por supuesto, un
concepto evolucionado, que aún está por verse.
Los espacios de enseñanza
aprendizaje ubicuos funcionan desde hace décadas, y con las respectivas
actualizaciones y metodologías innovadoras, podrán seguir funcionando como un
canal eficiente para los sistemas educativos del mundo (Morales, 2016). Por ese
lado, tendríamos algún grado de resolución. Tendrán que pasar por políticas que
las respalden y legalicen. ¿Qué pasará con los excluidos? Tendremos que
estudiar, crear, diseñar, e identificar buenas prácticas nacionales e
internacionales que permitan atender a toda la población, en todas la
modalidades y sistemas educativos. Y este es el punto crucial, que pasa
ineludiblemente por redefinir el concepto de educación, tal cual lo conocemos
ahora, no nos sirve de más que de punto de partida. Las propuestas de varias universidades
hondureñas y centroamericanas de crear y echar a andar carreras cortas y técnicas,
como algunas ya lo hacen, ha sido la respuesta a un mundo cambiante, dinámico y
activo. Que ese mundo responde a un determinado sistema económico global, sí. Que
podemos hacerlo mejor, definitivamente. Ética, inclusión y pertinencia, se
vuelven los elementos claves en esta nueva era de la educación, a la que llamo
educación evolutiva, aludiendo a una educación cambiante, flexible, dinámica,
generadora de sí misma, sin dueños, abierta, conciliadora, disponible,
humanizada, un árbol de la vida con frutas para todos.
La escuela como la hemos concebido
hasta hoy, obsoleta hace décadas, sin filosofía, repetida como un espejo
infinito, tendrá que encontrarse a sí misma, sus principios, sus funciones, sus
aspiraciones, promotora de la individualidad creativa y la solidaridad
colectiva. La formación docente por consiguiente, deberá redefinirse y salir de
un esquema ya no digamos arcaico, sino muerto, ineficiente, insuficiente. La
currícula, que ha perdido casi del todo su frescura, su pertinencia y su
flexibilidad, que se convirtió en un espectro de lo que fue, en refritos y
copias repetidas hasta el infinito, en textos retrógradas, mutiladores de
identidad, falsos positivos, contenidos débiles, en fin. Una escuela, una
docencia, una currícula, una educación privatizadas a niveles impensables, como
lo mencionan Edwards, Moschetti,
& Caravaca (2019).
Todo
eso deberá ser una lección aprendida, deberá ser nuestro motor hacia el cambio,
hacia esta educación evolutiva que no se detiene, hacia una escuela diferente,
ardiente, provocadora, sin muros, en donde la homogenización y la estandarización
sean un oscuro recuerdo. Demos paso a los pensadores, a esas personas
generadoras de ideas y caminos, a los claros de pensamiento, visionarios
empedernidos de escenarios educativos innovadores, diferentes, esperanzadores,
como mis maestras y maestros Eisner, Argueta, Euceda, Guillezeau, Morales, Chavarría,
Latta, Riva, personajes de nuestra región y época que incansablemente reflexionan sobre
y llevan a la acción el hecho educativo a niveles retadores y futuristas.
Es así que, el primer paso para esta educación evolutiva, será
definir la ruta epistemológica que tomará, cuáles serán los fundamentos filosóficos
que la guiarán y que estarán de acuerdo con nuestra relación con la madre
tierra y con los demás seres que la habitamos. Una base epistemológica que
logre llevar la educación y la ciencia a los niveles evolutivos que han
alcanzado las tecnologías de la información y la comunicación, y la industria. Que
la nueva revolución mundial sea la de la educación evolutiva, la Revolución 5.0.
Aprenderemos a vivir con epidemias, con pandemias, con virus cibernéticos y demás;
pero con una educación que nos lleve a nuestro máximo y verdadero ser.
La
obviedad de que todo esto debe comenzar dando paso al ensayo de nuevas formas
de gobierno, a la desaparición política partidista, al rediseño de las fuerzas
de seguridad, a la disipación de la desigualdad, a la verdadera equidad de género, a la desaparición de la violencia y la inseguridad, a la desarticulación del
crimen organizado, la corrupción y del narcotráfico, es ineludible. Debemos evitar, a toda
costa, caer en la indiferencia, o terminaremos enviando y recibiendo la
educación en multitudinarias marchas de amor a favor de la educación, como en
Nicaragua, o desde la palabra reveladora del Dios mismo al oído de un
presidente, como en El Salvador, o como en Honduras, lanzada en forma de panfletos
obsoletos desde un helicóptero que sobrevolará el país en el turno que le
corresponda después de los patriarcas católicos y protestantes.
Bibliografía
básica
Edwards, B.,
Moschetti, M. & Caravaca Hernández, A. (2019). La educación en
Honduras: entre la privatización y la globalización.
Internacional de Educación. Disponible en:
https://ei-ie-al.org/recurso/la-educacion-en-honduras-entre-la-privatizacion-y-la-globalizacion
Harari, Y. N.
(2018). Sapiens: A brief history of
humankind. Harpper Perennial. New
York.
Levy. P (2020). Una ética de la inteligencia colectiva. Tomado
de la Edición 1997 basado
Levy, P. [@plevy]-
(5 de abril de 2020). Mes premières observations sur la crise du
#coronavirus. Twitter.
https://pierrelevyblog.com/2020/04/05/couronnement/
Morales, N. (2016) El aula virtual de la Universidad
Pedagógica Nacional Francisco
Yang, Z. & Zabalo,
P. (2016). La obsolescencia programada.
Bilbao. Disponible en:
https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/19046/YANG_TFG.pdf