miércoles, 15 de abril de 2020

Educación Evolutiva. Melissa Merlo. Abril 2020. Artículo de opinión.


Una educación evolutiva

Melissa Merlo
Escritora y catedrática universitaria
Doctorante en Educación Políticas Públicas
y Formación Docente. UPNFM.
Tegucigalpa, abril 2020

Las guerras, las pandemias y los fenómenos naturales han marcado la existencia del ser humano a través de los siglos en los que hemos tenido el privilegio de habitar este planeta. Privilegio que podría estar por terminarse. De hecho, hemos sido nosotros, los homo sapiens, quienes en nuestra limitada y poco desarrollada sabiduría en la convivencia, hemos generado la mayoría de los más fuertes acontecimientos que destruyen esta casa común. El filósofo y escritor israelí, Yuval Harari, en su libro "Sapiens. Breve historia de la humanidad" (2018), reflexiona cómo nosotros, los sapiens, a diferencia de los demás homos, que son muchos en el correr de la historia y no solo los neandertales y dos o tres más que nos enseñaron en la escuela, seremos los homo que menos tiempo estaremos sobre la faz de esta tierra. El genus homo se ubica en África hace 2.5 millones de años, y hace apenas 70,000 años sucedió la revolución cognitiva del homo sapiens que dio paso al surgimiento del lenguaje y con él, el comienzo de la historia de la humanidad. ¿Por qué la ciencia y la filosofía piensan que estaremos en este planeta menos que todos los otros homos?

De acuerdo a Harari (2018), nosotros, los homo pensantes, científicos, académicos, intelectuales, tecnológicos, economistas, maestros, agrónomos, ingenieros, narcotraficantes, criminales, creadores del bien y del mal, y todas las demás carreras, oficios y desoficios, aprendimos de todo, menos a convivir en armonía con el planeta, y yo agregaría, tampoco con el espacio sideral que nos corresponde como globo terráqueo. Somos malos guardianes de la tierra, actuamos con egoísmo en el barrio, en la residencial, en el trabajo, en la cárcel, en la calle, en el campo, en las aguas, en el espacio; todo lo convertimos en recipiente de la basura que desechamos producto de nuestro consumismo absoluto y cruel. El que tiene, exagera, y el que no tiene, quiere para exagerar. Naciones enteras hemos crecido por generaciones sin filosofía, ahora enfrentamos las consecuencias y aducimos ignorar las causas. Con mucha facilidad, casi autómata, encontramos culpables para todo, nunca nosotros. Somos unas pobres víctimas del sistema global que nos obliga a hacer lo que el macromundo de las megaorganizaciones ha planificado para nuestros pobres niveles de inteligencia y de conciencia.

“Despierta humanidad, ya no hay tiempo” enfatizó la hondureña Berta Cáceres al recibir de parte de la Fundación Ambiental Goldman, el Premio Ambiental Goldman del 2015, uno de los máximos reconocimientos que se otorga a activistas en pro del medioambiente. Y es así, el tiempo se agotó, ya no hay más tiempo para derrochar. En primer lugar, nuestro ciclo personal de vida se acorta por el total de las decisiones que tomemos sobre él, la salud en todas sus dimensiones, el nivel de desarrollo intelectual que le permitamos, el espacio cultural en que vivimos, las decisiones económicas, sociales, espirituales y filosóficas, delimitarán nuestro ciclo vital. En segundo lugar, la destrucción paulatina del planeta, como verdugos directos o indirectos, nunca ignorantes, posiciona una duración temporal de lo que tocamos, el agua, la tierra, los animales, nosotros mismos. Los días pasan más rápido, las noches son cortas. En tercer lugar, la temporalidad de lo que poseemos se acorta a favor del sistema económico de turno, el concepto de la obsolescencia programada, la tecnología descartable en la sociedad de consumo, nos convierte en una varita mágica que va restando años a nuestra existencia (Yang & Zabalo, 2016). En cuarto lugar, acorta nuestro tiempo el hecho de que somos humanos en lucha contra la humanidad. Perdimos, en algún pozo oscuro, el concepto que nos convertía en tales. Nos hemos vuelto apariencia, reflejo de una imagen que fue buena, solidaria, altruista, intrínseca y bella. Y, en quinto lugar, el tiempo apremia para encarrilar los cuatro puntos anteriores, y el camino para hacerlo es la educación. El atraso que, en la mayoría de los países centroamericanos, mantienen los sistemas educativos, es lo que nos tiene sumidos en este pozo sin tiempo en el que año con año se repite una misma línea retrógrada, inamovible (con pocas excepciones), en donde políticas educativas inservibles son las que gobiernan la educación. ¿El Estado? Bailando al son de la empresa privada (global) y de los gobiernos de turno.



Dejemos de elucubrar e imaginar salidas mágicas o imposibles para el año educativo 2020, y subsiguientes. La pandemia del coronavirus, que provoca la enfermedad COVID-19, rodeado de estadísticas y teorías algunas ciertas, otras conspirativas, otras prematuras, ninguna concluyente por lo reciente del fenómeno, mantiene en ascuas a todos los sistemas de gobierno y el sistema educativo es uno de los más afectados. En el escenario actual, la ubicuidad se presenta como la mejor y mayor de las alternativas y, de hecho, es la que se está aplicando en un gran porcentaje de los sistemas educativos del planeta, principalmente en la educación media y superior. Por supuesto, me refiero a la población que tienen acceso a la World Wide Web, y que tiene un buen nivel de conectividad. ¿Y los docentes y estudiantes que no tienen acceso al internet ni a la conectividad? ¿se convertirían en los nuevos excluidos de la educación? ¿Y la educación no formal, la informal, qué espacio tendrán? Pierre Levy (2020), precursor moderno de la educación ubicua y de la inteligencia colectiva aplicada a la educación, habla de una ética de inclusión y hospitalidad, válido en un país o región en donde la conectividad es planteada como política de Estado y ejecutada por los gobiernos de turno, inválida en el resto. Nunca como ahora tomarán mayor sentido los conceptos de ética e inclusión, por supuesto, un concepto evolucionado, que aún está por verse.

            Los espacios de enseñanza aprendizaje ubicuos funcionan desde hace décadas, y con las respectivas actualizaciones y metodologías innovadoras, podrán seguir funcionando como un canal eficiente para los sistemas educativos del mundo (Morales, 2016). Por ese lado, tendríamos algún grado de resolución. Tendrán que pasar por políticas que las respalden y legalicen. ¿Qué pasará con los excluidos? Tendremos que estudiar, crear, diseñar, e identificar buenas prácticas nacionales e internacionales que permitan atender a toda la población, en todas la modalidades y sistemas educativos. Y este es el punto crucial, que pasa ineludiblemente por redefinir el concepto de educación, tal cual lo conocemos ahora, no nos sirve de más que de punto de partida. Las propuestas de varias universidades hondureñas y centroamericanas de crear y echar a andar carreras cortas y técnicas, como algunas ya lo hacen, ha sido la respuesta a un mundo cambiante, dinámico y activo. Que ese mundo responde a un determinado sistema económico global, sí. Que podemos hacerlo mejor, definitivamente. Ética, inclusión y pertinencia, se vuelven los elementos claves en esta nueva era de la educación, a la que llamo educación evolutiva, aludiendo a una educación cambiante, flexible, dinámica, generadora de sí misma, sin dueños, abierta, conciliadora, disponible, humanizada, un árbol de la vida con frutas para todos.

            La escuela como la hemos concebido hasta hoy, obsoleta hace décadas, sin filosofía, repetida como un espejo infinito, tendrá que encontrarse a sí misma, sus principios, sus funciones, sus aspiraciones, promotora de la individualidad creativa y la solidaridad colectiva. La formación docente por consiguiente, deberá redefinirse y salir de un esquema ya no digamos arcaico, sino muerto, ineficiente, insuficiente. La currícula, que ha perdido casi del todo su frescura, su pertinencia y su flexibilidad, que se convirtió en un espectro de lo que fue, en refritos y copias repetidas hasta el infinito, en textos retrógradas, mutiladores de identidad, falsos positivos, contenidos débiles, en fin. Una escuela, una docencia, una currícula, una educación privatizadas a niveles impensables, como lo mencionan Edwards, Moschetti, & Caravaca (2019).



Todo eso deberá ser una lección aprendida, deberá ser nuestro motor hacia el cambio, hacia esta educación evolutiva que no se detiene, hacia una escuela diferente, ardiente, provocadora, sin muros, en donde la homogenización y la estandarización sean un oscuro recuerdo. Demos paso a los pensadores, a esas personas generadoras de ideas y caminos, a los claros de pensamiento, visionarios empedernidos de escenarios educativos innovadores, diferentes, esperanzadores, como mis maestras y maestros Eisner, Argueta, Euceda, Guillezeau, Morales, Chavarría, Latta, Riva, personajes de nuestra región y época que incansablemente reflexionan sobre y llevan a la acción el hecho educativo a niveles retadores y futuristas.

Es así que, el primer paso para esta educación evolutiva, será definir la ruta epistemológica que tomará, cuáles serán los fundamentos filosóficos que la guiarán y que estarán de acuerdo con nuestra relación con la madre tierra y con los demás seres que la habitamos. Una base epistemológica que logre llevar la educación y la ciencia a los niveles evolutivos que han alcanzado las tecnologías de la información y la comunicación, y la industria. Que la nueva revolución mundial sea la de la educación evolutiva, la Revolución 5.0. Aprenderemos a vivir con epidemias, con pandemias, con virus cibernéticos y demás; pero con una educación que nos lleve a nuestro máximo y verdadero ser.

La obviedad de que todo esto debe comenzar dando paso al ensayo de nuevas formas de gobierno, a la desaparición política partidista, al rediseño de las fuerzas de seguridad, a la disipación de la desigualdad, a la verdadera equidad de género, a la desaparición de la violencia y la inseguridad, a la desarticulación del crimen organizado, la corrupción y del narcotráfico, es ineludible. Debemos evitar, a toda costa, caer en la indiferencia, o terminaremos enviando y recibiendo la educación en multitudinarias marchas de amor a favor de la educación, como en Nicaragua, o desde la palabra reveladora del Dios mismo al oído de un presidente, como en El Salvador, o como en Honduras, lanzada en forma de panfletos obsoletos desde un helicóptero que sobrevolará el país en el turno que le corresponda después de los patriarcas católicos y protestantes.




Bibliografía básica

Edwards, B., Moschetti, M. & Caravaca Hernández, A. (2019). La educación en
Honduras: entre la privatización y la globalización. Internacional de Educación. Disponible en: https://ei-ie-al.org/recurso/la-educacion-en-honduras-entre-la-privatizacion-y-la-globalizacion

Harari, Y. N. (2018). Sapiens: A brief history of humankind. Harpper Perennial. New
 York.

Levy. P (2020). Una ética de la inteligencia colectiva. Tomado de la Edición 1997 basado
en el escrito Inteligencia colectiva. Disponible en: https://pierrelevyblog.com/2020/04/11/an-ethics-of-collective-intelligence/

Levy, P. [@plevy]- (5 de abril de 2020). Mes premières observations sur la crise du
 #coronavirus. Twitter. https://pierrelevyblog.com/2020/04/05/couronnement/

Morales, N. (2016) El aula virtual de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco

Yang, Z. & Zabalo, P. (2016). La obsolescencia programada. Bilbao. Disponible en:
 https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/19046/YANG_TFG.pdf