La
tierra prometida
Melissa Merlo
Escritora y catedrática universitaria
Doctorante en Educación Políticas Públicas
y Formación Docente. UPNFM.
Julio 2020
Rolando López Tróchez.
Las guerras, las pandemias y los fenómenos naturales han marcado la
existencia del ser humano a través de los siglos en los que hemos tenido el
privilegio de habitar este planeta. Privilegio que podría estar por terminarse.
De hecho, hemos sido nosotros, los homo sapiens, quienes en nuestra limitada y
poco desarrollada sabiduría en la convivencia, hemos generado la mayoría de los
más fuertes acontecimientos que destruyen esta casa común. El filósofo y
escritor israelí, Yuval Harari, en su libro Breve historia de la humanidad
(2011), reflexiona sobre cómo nosotros, los sapiens, a diferencia de los demás
homos, que son muchos en el correr de la historia y no solo los neandertales y
dos o tres más que nos enseñaron en la escuela, seremos los homo que menos
tiempo estará sobre la faz de esta tierra.
El genus homo se ubica en África hace 2.5 millones de años, y hace
apenas 70,000 años sucedió la revolución cognitiva del homo sapiens que dio
paso al surgimiento del lenguaje y con él, el comienzo de la historia de la
humanidad. ¿Por qué la ciencia y la filosofía piensan que estaremos en este
planeta menos que todos los otros homos? De acuerdo a Harari (2015), nosotros,
los homo pensantes, científicos, académicos, intelectuales, tecnológicos,
economistas, maestros, agrónomos, ingenieros, narcotraficantes, criminales,
creadores del bien y del mal, y todas las demás carreras, oficios y desoficios,
aprendimos de todo, menos a convivir en armonía con el planeta, y yo agregaría,
tampoco con el espacio sideral que nos corresponde como globo terráqueo.
Somos
malos guardianes de la tierra, actuamos con egoísmo en el barrio, en la
residencial, en el trabajo, en la cárcel, en la calle, en el campo, en las
aguas, en el espacio; todo lo convertimos en recipiente de la basura que
desechamos producto de nuestro consumismo absoluto y cruel. El que tiene,
exagera, y el que no tiene, quiere para exagerar. La construcción o
reconstrucción de la nuestra filosofía, como decía Roberto Castillo, depende de
nosotros mismos. Con una carrera de Filosofía, única en la UNAH, casi sin
adeptos, estamos en peligro. En el vecino país de Costa Rica, tienen equipos de
filósofos, pensando y reflexionando sobre la filosofía del país, escribiendo
libros para encarrilar a la población sobre la forma de vida que más les
conviene. En Honduras, Jorge Zelaya, Irma Becerra, Raúl Arechavala y algunos cuantos
más, escriben sobre ello, filosofan, no encuentran mucho eco, pero no se cansan
de hacerlo. Necesitamos más. Naciones enteras hemos crecido por generaciones
sin filosofía, ahora enfrentamos las consecuencias y aducimos ignorar las
causas.
Mencionó la Profesora Elizabeth Espinoza (UPNFM, 2020), durante el
ciclo de conferencias “Gestionar el riesgo de hoy y para la prevención y la
resiliencia mañana”, que el planeta no necesita que lo ayudemos, él se
encargará de desechar lo que no puede vivir en sus límites, en coherencia con
lo demás, y nosotros, que nos seguimos creyendo el centro del universo,
pensamos que estamos aquí para salvar lo que nosotros mismos hemos destruido,
nada más iluso. Tsunami, pandemia, terremoto, llámenle como prefieran a la
fuerza incontrolable, y muchas veces impredecible, del planeta que nos borrará
de su faz cuando decida que hemos cumplido nuestro corto ciclo sobre él, y que
no supimos adaptarnos ni ser agradecidos con una madre tierra que nos ofreció el
paraíso, el edén, y que por supuesto, no sabe de tierras prometidas.