jueves, 8 de junio de 2017

Honduras, espejo literario de Centroamérica. Melissa Merlo.

http://es.calameo.com/read/000919598c2540fa22579


Honduras, espejo literario de Centroamérica
Melissa Merlo. Escritora y Catedrática Universitaria
UPNFM SPS 2015
Conferencia dictada a estudiantes de la Carrera de Letras en UPNFM
San Pedro Sula

Decía Stendhal, seudónimo del escritor del realismo francés Henri Beyle “Un libro es un espejo que pasea por una gran avenida”. Y así es, un libro, una obra literaria, es un espejo que dependiendo de su superficie, toma la realidad y la distorsiona, la copia exacta, la ensucia, la limpia, la hace crecer o la empequeñece. Ahora imaginemos un cuadro, una imagen, compuesta por estos pequeños pedazos de espejo que muestran la realidad a su manera. En donde cada reflejo tiene su propia forma de mostrar la vida, de imaginarla, de contarla. Imaginemos un enorme libro de historia, de esos de pasta dura, surcada por los años, raída por entusiastas ratones de biblioteca de antaño, con páginas amarillas, que no han sido hojeadas por más de una década, o dos. Ese gran libro de historia que hemos cambiado por 30 segundos en wikipedia, representa, en este caso,  la vida literaria de Honduras, y su paso por la gran avenida literaria de Centroamérica.

Es una paradoja que en las mallas curriculares de las Carreras de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, únicas universidades que la sirven, la literatura hondureña sea vista un tanto segmentada del resto del istmo. Y la literatura centroamericana se esfuerce en el estudio de cuatro países, quitando a Honduras de la big picture, como dirían los gringos. Es tan inoportuno enseñar la una sin la otra, tanto como que nuestra bandera tuviese cuatro estrellas para el estudio de la literatura centroamericana y una para el estudio de la literatura hondureña. En este sentido va esta disertación, exponer desde mi experiencia docente y literaria el camino que lleva la enseñanza de la literatura hondureña en perspectiva de la centroamericana.

La Carrera de Letras, una carrera que le es propia a la historia y a la vida del hondureño, ha mostrado debilidades en presentarse como lo que debería ser, un espejo del espíritu del pueblo. Estudiamos los escritores y movimientos literarios, leemos o mal leemos las obras, cerramos los ojos al mundo exterior y limitamos nuestro pensamiento crítico. El estudio de la literatura sin el estudio y la práctica de la crítica literaria, limitará a un país a una producción de libros sin ton ni son, y generará lectores pasivos, o correrá a los exiguos grupos de lectores ya existentes. La práctica de la crítica literaria, ya sea insipiente, o en alto nivel como la de Julio Escoto y Hellen Umaña, es la única que llevará a la literatura hondureña al nivel que le corresponde, y de ahí partir por un camino mejor definido, adusto al principio, pero perfilando calidad. La cátedra de literatura hondureña en ambas universidades, tiene muchas fortalezas. Se estudian los periodos literarios, y autores y obras desde las perspectivas de escritores historiadores como Rafael Helidoro Valle con su obra “Historia Intelectual de Honduras”, Mario Argueta con “Los géneros literarios en Honduras”, Rigoberto Paredes con “Honduras, medio siglo de historia literaria, Francisco Salvador con “Breve historia del teatro en Honduras”, Oscar Castañeda con “Panorama de la poesía hondureña”, Arturo Alvarado con “El romanticismo en Honduras”, Roberto Sosa con “La generación de la Dictadura”, Hernán Antonio Bermúdez con “Cinco poetas hondureños”, Julio Escoto con “La narrativa hondureña”, Manuel Salinas con “Breve reseña del cuento hondureño”, Ramón Oquelí con “Los hondureños y las ideas”, Juan Antonio Medina con “Historia de la Literatura Hondureña”. Libros de alto valor para la enseñanza de la literatura hondureña. Aun con estas obras, propuestas incluso en el pensum de las carreras, se quedan muchas obras por fuera que se deben estudiar e incluso analizar, como los diccionarios de obras literarias y diccionarios de autores hondureños recopilados por Mario Argueta y José Dolores González, y otros más.

En la enseñanza de la literatura centroamericana estudiamos la obra de Martín Gerald, “Hombres de Maíz”, de Diante Liano la “Visión crítica de la literatura guatemalteca”, de José Mejía “Los centroamericanos”, de Carlos Cañás su “Diccionario de autores salvadoreños”, Manuel Salinas Paguada su “Narrativa contemporánea de la América Central”, de Fernando Gracia “Hacia una crítica literaria contemporánea” y otras obras equivalentes. Dónde está el estudio de la producción moderna. Dónde la lectura de las obras literarias que definen esta Centroamérica de hoy. Qué generan los postgrados en este campo para beneficio de la carrera de letras. Quiénes definen cuándo y dónde comenzaremos a estudiar a los escritores de hoy. Pues eso lo definiremos nosotros mismos, desde la cátedra, desde la oficina, desde el hogar. Es cuestión de tomar la decisión de mejorar nuestra vida, de construir conocimiento, de generar belleza, de permitir que la literatura deje de ser una clase más de la malla curricular y se convierta en un fundamento que defina nuestra idiosincrasia.

Qué hacemos entonces con las obras sugeridas para lecturas. Los docentes y los estudiantes debemos salir del letargo de lectura en el que las circunstancias educativas y académicas nos han imbuido, debemos abrir nuestras mentes, y como el pájaro azul de Darío, dejar salir ese espíritu crítico literario, ese espíritu que es por naturaleza divina un ávido lector, porque se nutre del conocimiento de lo hermoso, y permitirle leer, conocer, devorar, e incluso vomitar, esos libros nuevos y antiguos que nos definen como hondureños, que nos definen como humanos. La lectura es la única que tiene el don exquisito de volvernos inevitablemente mejores. Los docentes y estudiantes de la Carrera de Letras, de la enseñanza del español, tenemos la admirable responsabilidad de construir en los hondureños de todas las edades, una plataforma que les permita conocer el idioma, manejar el idioma, usar el idioma. El idioma que no se usa, que no se maneja, que no se conoce, es una cara triste en un cuerpo errante. Sin embargo una lengua agraciada, parlanchina, preguntona, curiosa, coloquial, conocedora, crítica, académica, es la que determina el tamaño del haz de luz que guía nuestro camino por la vida.

En Nicaragua, las carreras de letras y de enseñanza del español, tienen una cátedra dedicada en exclusividad a Rubén Darío. No existe un nicaragüense que no conozca casi al dedillo la vida y obra de Darío. No existe un centroamericano que no pueda recitar aunque sea los primeros versos de “A Margarita Debayle”. Y por qué conocemos ese poema de Darío, porque los nicaragüenses decidieron apostar, hace mucho tiempo atrás, por la difusión del arte y la literatura de su pueblo. El pueblo nicaragüense decidió demostrar su amor por la literatura, y expuso al mundo entero su principal prodigio, Felix Rubén García Sarmiento, su Rubén Darío. Y cómo lo hizo Nicaragua, definiendo políticas de estado referentes a la lectura y a la educación que permitieran al sistema educativo basar en su literatura un pilar fundamental de la vida del nicaragüense, su identidad. Es así, que en Nicaragua los libros se venden en casi todas las esquinas, en las tiendas pequeñas y grandes, incluso en las gasolineras. Y además los precios de los libros son tan accesibles, que leer se vuelve un hábito en la cola del banco, en el salón de belleza y en los parques.

En Costa Rica, en donde obviamente los libros tienen un valor más alto, el camino escogido fue el de apostar al sistema educativo, y este en consecuencia, le imprime un alto porcentaje del tiempo de estudio y del tiempo de trabajo independiente del estudiante a la lectura. En este sentido los costarricenses leen primero a los costarricenses. Incluso hay un grupo selecto de escritores de esta época que se está dedicando a escribir sobre la filosofía del costarricense, y en sus libros realzan el valor existencial de las obras literarias.

En Guatemala el primer libro que se lee es por supuesto Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, sería nuestro equivalente moderno a Los pobres de Roberto Sosa, o a Prisión Verde, de Ramón Amaya Amador, libro que mantendrá en el limbo su pertenencia literaria, hasta que sus detractores pierdan la memoria. Sería interesante saber, como docentes y estudiantes de literatura, cuál es el poema hondureño que sabemos de memoria, cuáles son esos versos que decidimos aprender para esa ocasión que siempre llega y que nos requiere lanzarlos en voz alta en un evento cívico, en un encuentro romántico, en una huelga, o en una noche bohemia. O es que no sabemos ninguno.

Durante estos últimos 10 años, en donde el internet ha acortado los espacios y los tiempos, vemos las redes sociales inundadas de invitaciones a encuentros de escritores, lecturas de poesía, y otras manifestaciones literarias por todo Centroamérica. Desde Honduras, escritores jóvenes principalmente, viajan de un país centroamericano a otro leyendo sus escritos, compartiendo sus memorias, llenándose de la literatura que habita en las esquinas. La pregunta obligada es, cuántos docentes y estudiantes de literatura viajamos a los otros países centroamericanos a encuentros, a congresos, a foros, a eventos culturales. El asistir a un encuentro literario no es sinónimo de juerga, de mochilero, de estilo descuidado, es sinónimo de búsqueda, de abrazo, de compartir una fuerza de identidad que solo se manifiesta en la literatura. El vino, el humo del cigarro, la entrañable plática a las 3 de la mañana, es solo un bienvenido daño colateral.

El Salvador, Nicaragua y Honduras se han caracterizado en los últimos años por ser los protagonistas de estos encuentros de escritores. Las personas interesadas en promover este tipo de encuentros se caracterizan por ser curiosos, amables, solidarios, deseosos de dar a conocer, de absorber lo que viene de otros países, de interpretar, de ubicar su literatura en torno a la literatura centroamericana. Esta curiosa pero definida labor, debería ser táctica y estrategia de las Carreras de Letras de toda Centroamérica, asimismo como ustedes lo están haciendo este día, en donde la literatura hondureña y centroamericana se posicionan desde la perspectiva de la academia, y toma sentido cualquier tipo de estudio literario y reflexión sobre este maravilloso hecho. Pero cuando la literatura no encuentra eco en la academia, toma sus propios caminos, nadie puede detenerla, su condición de ente multidimensional la obliga a surgir bajo cualquier circunstancia. Pero solo el ojo crítico, estudiado, leído, podrá identificar la literatura esencia, la literatura alma, la literatura espíritu, y podrá gritarla, cantarla, criticarla, amarla. El otro ojo, el apagado, el ocioso, el apático, solo podrá ver, leer y callar.

Desde la cátedra hondureña y centroamericana, la literatura debe tomar la delantera. Docentes y estudiantes debemos leer más, curiosear más, criticar más, escribir más, viajar más. Solo en el estudio del contexto social y regional, es que la literatura puede tomar sentido en el aula de clase para poder ser traducida al pueblo de forma natural y no impuesta.

Cuál es el libro que andamos bajo el brazo, o en la cartera, o en la mochila. Cuál es ese compañero reservado para los momentos solitarios, cuál es ese autor que nos desvela, que nos hace apagar la televisión, y alejarnos del celular, cuál es esa historia que nos hace partícipes de un amor, de un encuentro furtivo, de una muerte, de una revolución. Cuál es ese espejo en el que vemos una historia contada por otros ojos, con otras palabras, con nuevos versos. Definamos el camino que llevará a la literatura hondureña a posicionarse en el lugar que le corresponde en Centroamérica y en el mundo.

Muchas gracias.






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