miércoles, 30 de noviembre de 2016

Alí Babá y los 40 libros. El Cántaro roto de Octavio Paz



Alí Babá y los 40 libros
Melissa Merlo

Alí Babá, experto ladrón y audaz engañador, pasó y pasará su vida en las páginas de un libro que cuenta sus aventuras osadas y excitantes. En la Escuela “Luis Gamero” de Danlí, leíamos un libro por semana del año lectivo, 40 libros al año por 6 años. Estaba yo en tercer grado de la escuela primaria cuando leí Alí Babá por primera vez. Pasta dura, imágenes de colores fuertes y vivos, suave al tacto y a mi memoria. Ahora descubro que no lo tengo en mi biblioteca personal, escribo su nombre en el computador, doy un click y aparecen en la pantalla 40,000 versiones del libro. Debo escoger una.
     Dice Pierre Lévy, filósofo y escritor tunecino, que “la plataforma” (así le llama él al programa, aparato electrónico o impreso) en que leamos puede variar, puede modernizarse, puede pasar del libro impreso al libro virtual. Definitivamente vivimos otras épocas. Yo, ardua defensora del libro impreso, casi con yelmo y espada al cinto, he atacado las versiones virtuales de los libros, preocupada por el futuro del libro como yo lo concibo. Pero ¿cómo lo concibe el mundo actual? ¿la educación? ¿los jóvenes? Las concepciones han cambiado por los pasos agigantados con que avanza la tecnología, que ha dejado atrás a la ciencia, que de lejos mira los procesos casi obsoletos que los sistemas educativos se empeñan en seguir usando. El libro y su nueva accesibilidad ilimitada, es la evidencia clara de que el mundo evoluciona sin pedir permiso.
     Pienso en que la clave podría estar en la coexistencia del libro impreso y el libro virtual. Coexistencia que vendría a favorecer el fomento de la lectura, hábito necesario para la formación del ser humano. La falta de conectividad en las zonas rurales, o durante los paseos en zonas al aire libre, o en la fila de las agencias bancarias, nos sugiere de compañero un hermoso libro impreso. Sin embargo, las aulas de aprendizaje, las conferencias aburridas, o simplemente un tiempo libre inesperado, invitan a la lectura en un aparato móvil. Parece que cada plataforma de lectura, como diría Lévy, tiene su funcionalidad y cumple un objetivo determinado. Por lo pronto, sigo pensando que el libro impreso tiene más magia que el virtual, pero el virtual despierta en mí esa capacidad de asombro tan necesaria.
     Borges decía que “hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; (…) en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros…” y esto me devuelve al pensamiento de que hace muchos años no releo la historia de Alí Babá y los 40 ladrones, y que, hace muchos años también, no leo un libro semanal de acuerdo al hábito aprendido en mi escuela primaria, mea culpa. He decido, después de semanas de lecturas y de discusión con amigos, colegas y principalmente conmigo misma, que el futuro del libro está en manos de cada quien. Virtual, digital o impreso, el libro seguirá siendo la extensión de mi memoria, así palpite suave y pesado en mis manos, o descolgado de una nube ciberespacial que lo haga llover para mí. Letras impresas o pixeles, diferencia abismal para mis años y mis gustos, pero al mismo tiempo, espacios de lectura que dejarán tanta huella en mí, como lo hizo Alí Babá en los 40 barriles que esconderán por siempre, impresos o virtuales, a los 40 ladrones que hicieron de mi niñez un disfrute sin par.







El cántaro roto. Octavio



 
Eric Whitacre and his Virtual Choir, with the poem "El cántaro roto" by Octavio Paz

https://www.youtube.com/watch?v=cnQFvrWDYsUh




Alí Babá y los 40 libros



Alí Babá y los 40 libros
Melissa Merlo

Alí Babá, experto ladrón y audaz engañador, pasó y pasará su vida en las páginas de un libro que cuenta sus aventuras osadas y excitantes. En la Escuela “Luis Gamero” de Danlí, leíamos un libro por semana del año lectivo, 40 libros al año por 6 años. Estaba yo en tercer grado de la escuela primaria cuando leí Alí Babá por primera vez. Pasta dura, imágenes de colores fuertes y vivos, suave al tacto y a mi memoria. Ahora descubro que no lo tengo en mi biblioteca personal, escribo su nombre en el computador, doy un click y aparecen en la pantalla 40,000 versiones del libro. Debo escoger una.
     Dice Pierre Lévy, filósofo y escritor tunecino, que “la plataforma” (así le llama él al programa, aparato electrónico o impreso) en que leamos puede variar, puede modernizarse, puede pasar del libro impreso al libro virtual. Definitivamente vivimos otras épocas. Yo, ardua defensora del libro impreso, casi con yelmo y espada al cinto, he atacado las versiones virtuales de los libros, preocupada por el futuro del libro como yo lo concibo. Pero ¿cómo lo concibe el mundo actual? ¿la educación? ¿los jóvenes? Las concepciones han cambiado por los pasos agigantados con que avanza la tecnología, que ha dejado atrás a la ciencia, que de lejos mira los procesos casi obsoletos que los sistemas educativos se empeñan en seguir usando. El libro y su nueva accesibilidad ilimitada, es la evidencia clara de que el mundo evoluciona sin pedir permiso.
     Pienso en que la clave podría estar en la coexistencia del libro impreso y el libro virtual. Coexistencia que vendría a favorecer el fomento de la lectura, hábito necesario para la formación del ser humano. La falta de conectividad en las zonas rurales, o durante los paseos en zonas al aire libre, o en la fila de las agencias bancarias, nos sugiere de compañero un hermoso libro impreso. Sin embargo, las aulas de aprendizaje, las conferencias aburridas, o simplemente un tiempo libre inesperado, invitan a la lectura en un aparato móvil. Parece que cada plataforma de lectura, como diría Lévy, tiene su funcionalidad y cumple un objetivo determinado. Por lo pronto, sigo pensando que el libro impreso tiene más magia que el virtual, pero el virtual despierta en mí esa capacidad de asombro tan necesaria.
     Borges decía que “hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; (…) en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros…” y esto me devuelve al pensamiento de que hace muchos años no releo la historia de Alí Babá y los 40 ladrones, y que, hace muchos años también, no leo un libro semanal de acuerdo al hábito aprendido en mi escuela primaria, mea culpa. He decido, después de semanas de lecturas y de discusión con amigos, colegas y principalmente conmigo misma, que el futuro del libro está en manos de cada quien. Virtual, digital o impreso, el libro seguirá siendo la extensión de mi memoria, así palpite suave y pesado en mis manos, o descolgado de una nube ciberespacial que lo haga llover para mí. Letras impresas o pixeles, diferencia abismal para mis años y mis gustos, pero al mismo tiempo, espacios de lectura que dejarán tanta huella en mí, como lo hizo Alí Babá en los 40 barriles que esconderán por siempre, impresos o virtuales, a los 40 ladrones que hicieron de mi niñez un disfrute sin par.


domingo, 27 de noviembre de 2016

Melissa Merlo


 El cántaro roto
Octavio Paz

Resultado de imagen de octavio Paz


El sonido de lo ubicuo

Con el poema El Cántaro roto de Octavio Paz

Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos,
soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos,
hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros,
cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección,













Versos súbitos.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Melissa Merlo

Melissa Merlo y Eduardo Bärh.

Jurado Calificador del Concurso de Cuento Dowal School y El Heraldo. 2016

sábado, 5 de noviembre de 2016

Melissa Merlo

Poema de amor en la mañana