jueves, 8 de junio de 2017

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RULFO, EL AMOROSO
desde las Cartas a Clara en Aire de las Colinas

Melissa Merlo
UPNFM, 26 de mayo del 2017

He aprendido a decir tu nombre mientras duermo.
Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde…
Juan Rulfo


Juan conoció a Clara cuando ella tenía 13 años. Las cartas de amor fueron y vinieron durante 7 años hasta que el matrimonio se consumó. 76 de las 81 cartas (en algunos artículos mencionan 84) fueron escritas durante la conquista y el noviazgo, de 1944 a 1948, muy pocas después de su unión en ese año, la última fechada en el año de 1950. De acuerdo a su hijo, Juan Carlos Rulfo, cineasta, las cartas son portadoras de pequeñas sensaciones que pueden llevar al lector a través del tiempo y conectarlo al sentimiento de los dos enamorados.
Estos enamorados no pueden ser cualquier par, si es Rulfo el que escribe. El poder de la palabra que le fue otorgado surtió fruto en el corazón de Clara Angelina Aparicio. A mi juicio, siete años de vaivén de cartas permitieron que el autor de Pedro Páramo realizara un ejercicio fabuloso de escritura creativa, de desarrollo de imágenes, de desvelamiento de misterios literarios entre la vida y la muerte, entre el amor y el desamor, entre la soledad y la tristeza. Pero también entre la norma literaria y sus rupturas, la sintaxis y la estética, y principalmente la semiótica.
Y es este espacio de estudio de la lengua, la semiótica, en donde basaré esta breve disertación. He tomado como punto de partida las posturas de Lotman para hacer un abordaje semiótico, no con el objeto de cientifizar la literatura, sino de literaturizar un poco la ciencia y encontrar esas conexiones culturales en el texto, en este caso: las Cartas a Clara, en el entramado de las relaciones de significación que podrían permitir ver los niveles en que se desarrolla el proceso de la comunicación, de la interacción humana. En este escenario y buscando los indicadores de romance, de amor, de cariño, de posesión, de deseo, de expectativas y de concreciones.
Para entrar en contexto, Lotman, elemento clave de la Escuela de Tartu “define al arte como lenguaje y al texto artístico como un sistema organizado de lenguaje, un sistema de signos que se constituye sobre el modelo de las lenguas naturales” En este escenario, el texto artístico se convierte en un texto doblemente codificado, y aquí Lotman presenta una fórmula: un lenguaje hecho de lenguajes. Permite analizar hasta qué punto el lector entiende este doble juego, acepta las convenciones de la norma, los códigos sociales y sobre todo ello, los códigos literarios.

De las cinco condiciones semióticas que Lotman sugiere:
a.     El trato entre el destinador y el destinatario.
b.     El trato entre el auditorio y la tradición cultural.
c.      El trato del lector consigo mismo.
d.     El trato del lector con el texto.
e.      El trato entre el texto y el contexto cultural.

Me interesé por: el trato entre el destinador y el destinatario, ya que considero que para encontrar a ese Rulfo amoroso, la mejor vía es leerlo por la forma en que él se expresa, por los vocablos que utiliza, por las reiteraciones, por las claves lingüísticas, y por supuesto, por lo carga semántica vertida en las frases amorosas, que se ve reflejada en lo que él dice de ella. Qué somos sino lo que decimos, lo que hablamos, lo que expresamos, lo que escribimos.

Definamos entonces la palabra trato para efectos de este estudio. Pues trato en su significado común es la forma o manera en que una persona se relaciona con otra, o con otras o con su contexto. En ese sentido veamos cuál es el trato que hay entre el destinador, Rulfo, y la destinataria Clara Angelina, y cuáles son los signos lingüísticos que utiliza para crear ese sistema de comunicación dentro de esa sociedad cómplice con su amada, que es lo que estudia la semiótica, esos sistemas particulares de comunicación.

Analicemos algunos signos y frases que muestran el trato del destinador al destinatario en las cartas de la muestra:

1. Saludos de las epístolas.


Signo
Análisis

Mayecita
Es un trato dulce, suave, tierno, afectivo, familiar, con muchos elementos filiales que permiten ver un emisor con los mismos adjetivos: tierno, afectivo, amoroso.
Estas palabras iniciales del destinador a la destinataria en sus cartas, preparan el terreno del amor. Están escogidas con la pericia del que con buen ojo encuentra los mejores granos de café en la planta. Todos son buenos, pero algunos son mejores. Así fue Rulfo en la escogencia clave de estos signos y frases iniciales llenas de denotativo cariño acrecentado por los diminutivos.


Madre
Madrecita
Madrecita chula
Mujercita
Querida mujercita
Clara
Chiquilla
Querida
Chachinita
Querida chachinita
Muchacha
Muchachita
Mi muchachita
Muchachita grande
Cariñito santo
Chechinita mía

2. Frases internas

Signos / frases
Análisis

Y sólo el pensamiento de que tú existes me quita esa tristeza y esa fea amargura.

La relación que se muestra en el texto del cuerpo de las cartas entre el destinador y la destinataria es una relación de amor que presenta un comienzo y un fin.

Con el pasar de los años las cartas se van volviendo más explicativas, más contadoras de la realidad, más con el ánimo de compartir el diario vivir, pero llenas de frases amorosas.

Es imposible pasar por alto es relación tierna casi de padre a hija en donde el código lingüístico cambia de tono.

También se identifica un tipo de relación amorosa muy madura principalmente en las cartas que van después del matrimonio y del nacimiento de los hijos.

Otro tipo de relación entre el destinador y la destinataria, es la del juego amor odio, del querer y reclamar, en donde incluso Rulfo utiliza palabras ofensivamente tiernas. Juego de palabras que necesitan de destreza y conocimiento del lenguaje para que no dañen y más bien, agraden.

La exageración, la hiperbolización de signos y frases, típicas del amor, pero que escritas por Rulfo suenan a romance profundo.

También en las cartas hay una relación de amor muy madura, y se manifiesta en momentos cúspide de sus vidas como el matrimonio y el nacimiento de los hijos.
Saqué más copias de cada una de las tres fotos que te mando, pero no te envío sino una de cada una por puro miedo a que te sueltes repartiéndolas entre la bola de novios que tienes.
Por otra parte, no me puedo imaginar cómo una niña tan menudita puede HACER UNA LETROTA TAN GRANDE…, al escribir una carta. Eso es hacer trampa.

Sin embargo, tu carta me dio un enorme gusto. Puse las dos manos para recibirla y la leí con mis dos ojos
El cine sin ti no sirve
Yo creo que si tú me gustas tanto es  por eso, porque hay algo de pájaro en ti; pueden ser los ojos o puede ser esa boca paradita tuya, que yo tanto quiero.

Y es que no imaginan que aquí, sobre este grande y ancho mundo, pueda nacer y crecer y vivir una cosita así tan fea y tan horripilante como tú.
Después de mi madre, a la única persona a la que tengo que agradecer lo que ha hecho por mí, es a ti.
No quiero tener a nadie más a quien agradecerle nada
Por esa razón te pedía yo consuelo, pues eres la única que puede dármelo, para sentirme más conforme; para dejar de rebelarme contra todo lo que se opone a mí mismo.
Ojalá estés bien y tan bonita como ninguna (iba a decir: como siempre, pero me acordé de que a veces te pones fea, por ejemplo cuando me regañas).
recibe todo el amor del que mucho te quiere y del que espera quererte más, y un abrazo enorme y lleno de ternura y muchos besos, muchos de quien te amará siempre.

He sabido ya lo que hiciste, la enorme travesura que hiciste. Has traído un hijo nuevo al mundo. Alguien que te cuidará cuando ya no puedas con la vida. Me cuentan que nació muy grande, y yo me imagino cómo te has de ver hermosa junio a él, abrazada a él, fuertemente, como si estuvieras abrazando con todas tus fuerzas tu esperanza.

Pero tú, pequeñita y todo, tienes tu
Criatura y él tiene una hermanita tan traviesa como su madre y tiene papá y la mamá más hermosa que haya tenido hijo alguno de mujer en esta tierra.

Mira, amor, ¿qué le podría decir yo? Esta carta debería ir sin palabras. Sólo llena de besos y del gran cariño que te tengo. Molerte a besos en el gran molino de mi corazón, que tú has hecho tuyo, y poner mi alma desdoblada como una sábana para que tú envuelvas en ella a toda tu familia.

Clara Aparicio, amorcito de Dios, iré a verte pronto; ése mi consuelo. Pues no dejo de extrañarte ni un momento, ni dejo de quererte ni un momento.


Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.
Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara.

Una relación particular de los textos superpuestos que desarrolla Lotman es indudablemente los hermosos versos que se encuentran intercalados en la prosa de las cartas. El destinador utiliza la poesía como vehículo para comunicar el amor profundo, que ya con palabras que pertenecen al código lingüístico coloquial no tienen el mismo efecto en la destinataria. Los momentos poéticos de Cartas a Clara son sencillamente hermosos.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde…
y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río…

El otro día lo vi (tu nombre), por la noche, en un edificio de apartamentos. Se prendía y se apagaba y era de una luz blanca muy fuerte. Clara -pum, se apagaba- Clara - pam, se prendía-. Seguramente el ”Santa” está descompuesto, pues el letrero completo debía decir ”Santa Clara”, pero sólo relumbraba el Clara… Clara… Cada vez igual a la respiración de uno. Estando allí, me llené de recuerdos tuyos y me senté un rato sobre un pradito para mirar a gusto aquel nombre tan querido de esa criatura tan aborrecida y fea.

Clara:
Hoy se murió el amor por un instante y creí que yo también agonizaba.
Fue a la hora en que diste con tus manos aquel golpe en la mitad de mi alma.
Y que dijiste: tres años, como si fuera tan larga la esperanza...
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.

Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.


Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.

Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato. […]
De verdad, cuídate mucho, come y duerme bien y sueña con los angelitos y no con esta cosa maligna que soy yo.


3. Despedidas de las epístolas

Signos / frases
Análisis

Tu recibe un abrazo infinito de tu Juanucho y muchos, pero muchos besos de este muchacho para ti y para nuestros hijos.
Te adora con toda el alma
Juan

El trato del destinador hacia la destinataria es muy amoroso. El código lingüístico de las despedidas, de los cierres de cartas es tierno y lleno de esperanza. Al mismo tiempo es un código enfático, y si no mediara el amor recíproco, podría ser hasta tildado de exagerado.
Cariñito:
No creo que me quieras más que yo a ti. No puede ser. No, no puede ser, amorosa muchachita. Dulce y tierna y adorada Clara. Yo lloro, sabes, lloro a veces por tu amor. Y beso pedacito a pedazo cada parte de tu cara y nunca acabo de quererte. Nunca acabaré de quererte, mayecita.
Juan, el tuyo.

Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.
Guadalajara. 10/44
Juan Rulfo

Pero no me olvides.
Y que siempre seas igual, Chachinita adorada.
Juan

No, no es fácil querer mucho.
Juan


Agregué un número 4 que refuerza el valor semiótico del trato del destinador y la destinataria, este fragmento no está en Aires de la Colina sino en uno de los diarios que anunciaron la publicación de las epítolas amorosas,  y es un comentario hecho por Clara Aparicio como respuesta al en ese momento abrumantemente histórico suceso de publicación; y dice:

''Juan me hablaba con tanta dulzura, como si tratara a una niña. Y ella lo admira porque nadie le habí­a hablado con esas palabras. Ahora que veo esas cartas, se me salen las lágrimas y me pregunto: ¿pero así­ me decí­a? ¿Pues cómo se me fue olvidando? Y es que tiene uno que volver a leer constantemente las cosas para tenerlas presentes. Bueno, estas cartas llegaban a casa cuando yo tenía 15 o 16 años, y mi mamá me decía: 'Yo las voy a leer primero'. 'Ay, mamá', le decí­a yo. Después, cuando yo las leía me transportaba a un mundo desconocido. "

“…nadie me había hablado así…” dice claramente Clara. Con esto comprobamos el poder de la palabra amorosa de Rulfo, quien a lo largo de muchas cartas, logró encontrar el código perfecto, el hilo comunicador certero, el contexto idóneo, el juego del doble texto del que habla la semántica, para sembrar el amor en su destinataria.

Lo inconcluso de este juego de amor epistolar, es que conocemos solo parte de la trama, la que creó Rulfo. Por los momentos desconocemos la otra parte, las respuestas de Clara Aparicio. Es así que el juego de textos queda inconcluso y no podemos más que intuir sus respuestas partiendo de las ideas planteadas en las de Rulfo. Es obvio que encontraron eco en el corazón de Clara, cada carta posterior sucesiva lo demuestra.


Como decía Lotman “el texto ha seleccionado al público a su imagen y semejanza”. Es por eso que las Cartas a Clara no han resonado en todos los espacios. Es por eso que las Cartas a Clara han tenido críticas literarias en contra, aduciendo a su lenguaje cursi de hombre enamorado. No todos estamos preparados para ver la etapa amorosa de un autor más bien hermético. No todos estamos preparados para aceptar las debilidades románticas de un doloroso empedernido. No todos estamos preparados para encontrar en Cartas a Clara, más que una historia de amor, la historia de un autor que crecía en su práctica literaria a lo largo de 7 años de escritura epistolar; tipo de escritura que consagró a los autores de la Biblia, tipo de escritura que consagró a los más importantes filósofos del planeta, tipo de escritura que nos ha permitido tener a un Rulfo amoroso, no solo con Clara, sino con el mundo que recibió sus cartas pensando que eran nada más que cartas de amor, y que en pocos años tuvo el maravilloso regalo de El llano en llamas, el Gallo de oro y la novela Pedro Páramo.

Honduras, espejo literario de Centroamérica. Melissa Merlo.

http://es.calameo.com/read/000919598c2540fa22579


Honduras, espejo literario de Centroamérica
Melissa Merlo. Escritora y Catedrática Universitaria
UPNFM SPS 2015
Conferencia dictada a estudiantes de la Carrera de Letras en UPNFM
San Pedro Sula

Decía Stendhal, seudónimo del escritor del realismo francés Henri Beyle “Un libro es un espejo que pasea por una gran avenida”. Y así es, un libro, una obra literaria, es un espejo que dependiendo de su superficie, toma la realidad y la distorsiona, la copia exacta, la ensucia, la limpia, la hace crecer o la empequeñece. Ahora imaginemos un cuadro, una imagen, compuesta por estos pequeños pedazos de espejo que muestran la realidad a su manera. En donde cada reflejo tiene su propia forma de mostrar la vida, de imaginarla, de contarla. Imaginemos un enorme libro de historia, de esos de pasta dura, surcada por los años, raída por entusiastas ratones de biblioteca de antaño, con páginas amarillas, que no han sido hojeadas por más de una década, o dos. Ese gran libro de historia que hemos cambiado por 30 segundos en wikipedia, representa, en este caso,  la vida literaria de Honduras, y su paso por la gran avenida literaria de Centroamérica.

Es una paradoja que en las mallas curriculares de las Carreras de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, únicas universidades que la sirven, la literatura hondureña sea vista un tanto segmentada del resto del istmo. Y la literatura centroamericana se esfuerce en el estudio de cuatro países, quitando a Honduras de la big picture, como dirían los gringos. Es tan inoportuno enseñar la una sin la otra, tanto como que nuestra bandera tuviese cuatro estrellas para el estudio de la literatura centroamericana y una para el estudio de la literatura hondureña. En este sentido va esta disertación, exponer desde mi experiencia docente y literaria el camino que lleva la enseñanza de la literatura hondureña en perspectiva de la centroamericana.

La Carrera de Letras, una carrera que le es propia a la historia y a la vida del hondureño, ha mostrado debilidades en presentarse como lo que debería ser, un espejo del espíritu del pueblo. Estudiamos los escritores y movimientos literarios, leemos o mal leemos las obras, cerramos los ojos al mundo exterior y limitamos nuestro pensamiento crítico. El estudio de la literatura sin el estudio y la práctica de la crítica literaria, limitará a un país a una producción de libros sin ton ni son, y generará lectores pasivos, o correrá a los exiguos grupos de lectores ya existentes. La práctica de la crítica literaria, ya sea insipiente, o en alto nivel como la de Julio Escoto y Hellen Umaña, es la única que llevará a la literatura hondureña al nivel que le corresponde, y de ahí partir por un camino mejor definido, adusto al principio, pero perfilando calidad. La cátedra de literatura hondureña en ambas universidades, tiene muchas fortalezas. Se estudian los periodos literarios, y autores y obras desde las perspectivas de escritores historiadores como Rafael Helidoro Valle con su obra “Historia Intelectual de Honduras”, Mario Argueta con “Los géneros literarios en Honduras”, Rigoberto Paredes con “Honduras, medio siglo de historia literaria, Francisco Salvador con “Breve historia del teatro en Honduras”, Oscar Castañeda con “Panorama de la poesía hondureña”, Arturo Alvarado con “El romanticismo en Honduras”, Roberto Sosa con “La generación de la Dictadura”, Hernán Antonio Bermúdez con “Cinco poetas hondureños”, Julio Escoto con “La narrativa hondureña”, Manuel Salinas con “Breve reseña del cuento hondureño”, Ramón Oquelí con “Los hondureños y las ideas”, Juan Antonio Medina con “Historia de la Literatura Hondureña”. Libros de alto valor para la enseñanza de la literatura hondureña. Aun con estas obras, propuestas incluso en el pensum de las carreras, se quedan muchas obras por fuera que se deben estudiar e incluso analizar, como los diccionarios de obras literarias y diccionarios de autores hondureños recopilados por Mario Argueta y José Dolores González, y otros más.

En la enseñanza de la literatura centroamericana estudiamos la obra de Martín Gerald, “Hombres de Maíz”, de Diante Liano la “Visión crítica de la literatura guatemalteca”, de José Mejía “Los centroamericanos”, de Carlos Cañás su “Diccionario de autores salvadoreños”, Manuel Salinas Paguada su “Narrativa contemporánea de la América Central”, de Fernando Gracia “Hacia una crítica literaria contemporánea” y otras obras equivalentes. Dónde está el estudio de la producción moderna. Dónde la lectura de las obras literarias que definen esta Centroamérica de hoy. Qué generan los postgrados en este campo para beneficio de la carrera de letras. Quiénes definen cuándo y dónde comenzaremos a estudiar a los escritores de hoy. Pues eso lo definiremos nosotros mismos, desde la cátedra, desde la oficina, desde el hogar. Es cuestión de tomar la decisión de mejorar nuestra vida, de construir conocimiento, de generar belleza, de permitir que la literatura deje de ser una clase más de la malla curricular y se convierta en un fundamento que defina nuestra idiosincrasia.

Qué hacemos entonces con las obras sugeridas para lecturas. Los docentes y los estudiantes debemos salir del letargo de lectura en el que las circunstancias educativas y académicas nos han imbuido, debemos abrir nuestras mentes, y como el pájaro azul de Darío, dejar salir ese espíritu crítico literario, ese espíritu que es por naturaleza divina un ávido lector, porque se nutre del conocimiento de lo hermoso, y permitirle leer, conocer, devorar, e incluso vomitar, esos libros nuevos y antiguos que nos definen como hondureños, que nos definen como humanos. La lectura es la única que tiene el don exquisito de volvernos inevitablemente mejores. Los docentes y estudiantes de la Carrera de Letras, de la enseñanza del español, tenemos la admirable responsabilidad de construir en los hondureños de todas las edades, una plataforma que les permita conocer el idioma, manejar el idioma, usar el idioma. El idioma que no se usa, que no se maneja, que no se conoce, es una cara triste en un cuerpo errante. Sin embargo una lengua agraciada, parlanchina, preguntona, curiosa, coloquial, conocedora, crítica, académica, es la que determina el tamaño del haz de luz que guía nuestro camino por la vida.

En Nicaragua, las carreras de letras y de enseñanza del español, tienen una cátedra dedicada en exclusividad a Rubén Darío. No existe un nicaragüense que no conozca casi al dedillo la vida y obra de Darío. No existe un centroamericano que no pueda recitar aunque sea los primeros versos de “A Margarita Debayle”. Y por qué conocemos ese poema de Darío, porque los nicaragüenses decidieron apostar, hace mucho tiempo atrás, por la difusión del arte y la literatura de su pueblo. El pueblo nicaragüense decidió demostrar su amor por la literatura, y expuso al mundo entero su principal prodigio, Felix Rubén García Sarmiento, su Rubén Darío. Y cómo lo hizo Nicaragua, definiendo políticas de estado referentes a la lectura y a la educación que permitieran al sistema educativo basar en su literatura un pilar fundamental de la vida del nicaragüense, su identidad. Es así, que en Nicaragua los libros se venden en casi todas las esquinas, en las tiendas pequeñas y grandes, incluso en las gasolineras. Y además los precios de los libros son tan accesibles, que leer se vuelve un hábito en la cola del banco, en el salón de belleza y en los parques.

En Costa Rica, en donde obviamente los libros tienen un valor más alto, el camino escogido fue el de apostar al sistema educativo, y este en consecuencia, le imprime un alto porcentaje del tiempo de estudio y del tiempo de trabajo independiente del estudiante a la lectura. En este sentido los costarricenses leen primero a los costarricenses. Incluso hay un grupo selecto de escritores de esta época que se está dedicando a escribir sobre la filosofía del costarricense, y en sus libros realzan el valor existencial de las obras literarias.

En Guatemala el primer libro que se lee es por supuesto Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, sería nuestro equivalente moderno a Los pobres de Roberto Sosa, o a Prisión Verde, de Ramón Amaya Amador, libro que mantendrá en el limbo su pertenencia literaria, hasta que sus detractores pierdan la memoria. Sería interesante saber, como docentes y estudiantes de literatura, cuál es el poema hondureño que sabemos de memoria, cuáles son esos versos que decidimos aprender para esa ocasión que siempre llega y que nos requiere lanzarlos en voz alta en un evento cívico, en un encuentro romántico, en una huelga, o en una noche bohemia. O es que no sabemos ninguno.

Durante estos últimos 10 años, en donde el internet ha acortado los espacios y los tiempos, vemos las redes sociales inundadas de invitaciones a encuentros de escritores, lecturas de poesía, y otras manifestaciones literarias por todo Centroamérica. Desde Honduras, escritores jóvenes principalmente, viajan de un país centroamericano a otro leyendo sus escritos, compartiendo sus memorias, llenándose de la literatura que habita en las esquinas. La pregunta obligada es, cuántos docentes y estudiantes de literatura viajamos a los otros países centroamericanos a encuentros, a congresos, a foros, a eventos culturales. El asistir a un encuentro literario no es sinónimo de juerga, de mochilero, de estilo descuidado, es sinónimo de búsqueda, de abrazo, de compartir una fuerza de identidad que solo se manifiesta en la literatura. El vino, el humo del cigarro, la entrañable plática a las 3 de la mañana, es solo un bienvenido daño colateral.

El Salvador, Nicaragua y Honduras se han caracterizado en los últimos años por ser los protagonistas de estos encuentros de escritores. Las personas interesadas en promover este tipo de encuentros se caracterizan por ser curiosos, amables, solidarios, deseosos de dar a conocer, de absorber lo que viene de otros países, de interpretar, de ubicar su literatura en torno a la literatura centroamericana. Esta curiosa pero definida labor, debería ser táctica y estrategia de las Carreras de Letras de toda Centroamérica, asimismo como ustedes lo están haciendo este día, en donde la literatura hondureña y centroamericana se posicionan desde la perspectiva de la academia, y toma sentido cualquier tipo de estudio literario y reflexión sobre este maravilloso hecho. Pero cuando la literatura no encuentra eco en la academia, toma sus propios caminos, nadie puede detenerla, su condición de ente multidimensional la obliga a surgir bajo cualquier circunstancia. Pero solo el ojo crítico, estudiado, leído, podrá identificar la literatura esencia, la literatura alma, la literatura espíritu, y podrá gritarla, cantarla, criticarla, amarla. El otro ojo, el apagado, el ocioso, el apático, solo podrá ver, leer y callar.

Desde la cátedra hondureña y centroamericana, la literatura debe tomar la delantera. Docentes y estudiantes debemos leer más, curiosear más, criticar más, escribir más, viajar más. Solo en el estudio del contexto social y regional, es que la literatura puede tomar sentido en el aula de clase para poder ser traducida al pueblo de forma natural y no impuesta.

Cuál es el libro que andamos bajo el brazo, o en la cartera, o en la mochila. Cuál es ese compañero reservado para los momentos solitarios, cuál es ese autor que nos desvela, que nos hace apagar la televisión, y alejarnos del celular, cuál es esa historia que nos hace partícipes de un amor, de un encuentro furtivo, de una muerte, de una revolución. Cuál es ese espejo en el que vemos una historia contada por otros ojos, con otras palabras, con nuevos versos. Definamos el camino que llevará a la literatura hondureña a posicionarse en el lugar que le corresponde en Centroamérica y en el mundo.

Muchas gracias.