jueves, 8 de junio de 2017

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RULFO, EL AMOROSO
desde las Cartas a Clara en Aire de las Colinas

Melissa Merlo
UPNFM, 26 de mayo del 2017

He aprendido a decir tu nombre mientras duermo.
Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde…
Juan Rulfo


Juan conoció a Clara cuando ella tenía 13 años. Las cartas de amor fueron y vinieron durante 7 años hasta que el matrimonio se consumó. 76 de las 81 cartas (en algunos artículos mencionan 84) fueron escritas durante la conquista y el noviazgo, de 1944 a 1948, muy pocas después de su unión en ese año, la última fechada en el año de 1950. De acuerdo a su hijo, Juan Carlos Rulfo, cineasta, las cartas son portadoras de pequeñas sensaciones que pueden llevar al lector a través del tiempo y conectarlo al sentimiento de los dos enamorados.
Estos enamorados no pueden ser cualquier par, si es Rulfo el que escribe. El poder de la palabra que le fue otorgado surtió fruto en el corazón de Clara Angelina Aparicio. A mi juicio, siete años de vaivén de cartas permitieron que el autor de Pedro Páramo realizara un ejercicio fabuloso de escritura creativa, de desarrollo de imágenes, de desvelamiento de misterios literarios entre la vida y la muerte, entre el amor y el desamor, entre la soledad y la tristeza. Pero también entre la norma literaria y sus rupturas, la sintaxis y la estética, y principalmente la semiótica.
Y es este espacio de estudio de la lengua, la semiótica, en donde basaré esta breve disertación. He tomado como punto de partida las posturas de Lotman para hacer un abordaje semiótico, no con el objeto de cientifizar la literatura, sino de literaturizar un poco la ciencia y encontrar esas conexiones culturales en el texto, en este caso: las Cartas a Clara, en el entramado de las relaciones de significación que podrían permitir ver los niveles en que se desarrolla el proceso de la comunicación, de la interacción humana. En este escenario y buscando los indicadores de romance, de amor, de cariño, de posesión, de deseo, de expectativas y de concreciones.
Para entrar en contexto, Lotman, elemento clave de la Escuela de Tartu “define al arte como lenguaje y al texto artístico como un sistema organizado de lenguaje, un sistema de signos que se constituye sobre el modelo de las lenguas naturales” En este escenario, el texto artístico se convierte en un texto doblemente codificado, y aquí Lotman presenta una fórmula: un lenguaje hecho de lenguajes. Permite analizar hasta qué punto el lector entiende este doble juego, acepta las convenciones de la norma, los códigos sociales y sobre todo ello, los códigos literarios.

De las cinco condiciones semióticas que Lotman sugiere:
a.     El trato entre el destinador y el destinatario.
b.     El trato entre el auditorio y la tradición cultural.
c.      El trato del lector consigo mismo.
d.     El trato del lector con el texto.
e.      El trato entre el texto y el contexto cultural.

Me interesé por: el trato entre el destinador y el destinatario, ya que considero que para encontrar a ese Rulfo amoroso, la mejor vía es leerlo por la forma en que él se expresa, por los vocablos que utiliza, por las reiteraciones, por las claves lingüísticas, y por supuesto, por lo carga semántica vertida en las frases amorosas, que se ve reflejada en lo que él dice de ella. Qué somos sino lo que decimos, lo que hablamos, lo que expresamos, lo que escribimos.

Definamos entonces la palabra trato para efectos de este estudio. Pues trato en su significado común es la forma o manera en que una persona se relaciona con otra, o con otras o con su contexto. En ese sentido veamos cuál es el trato que hay entre el destinador, Rulfo, y la destinataria Clara Angelina, y cuáles son los signos lingüísticos que utiliza para crear ese sistema de comunicación dentro de esa sociedad cómplice con su amada, que es lo que estudia la semiótica, esos sistemas particulares de comunicación.

Analicemos algunos signos y frases que muestran el trato del destinador al destinatario en las cartas de la muestra:

1. Saludos de las epístolas.


Signo
Análisis

Mayecita
Es un trato dulce, suave, tierno, afectivo, familiar, con muchos elementos filiales que permiten ver un emisor con los mismos adjetivos: tierno, afectivo, amoroso.
Estas palabras iniciales del destinador a la destinataria en sus cartas, preparan el terreno del amor. Están escogidas con la pericia del que con buen ojo encuentra los mejores granos de café en la planta. Todos son buenos, pero algunos son mejores. Así fue Rulfo en la escogencia clave de estos signos y frases iniciales llenas de denotativo cariño acrecentado por los diminutivos.


Madre
Madrecita
Madrecita chula
Mujercita
Querida mujercita
Clara
Chiquilla
Querida
Chachinita
Querida chachinita
Muchacha
Muchachita
Mi muchachita
Muchachita grande
Cariñito santo
Chechinita mía

2. Frases internas

Signos / frases
Análisis

Y sólo el pensamiento de que tú existes me quita esa tristeza y esa fea amargura.

La relación que se muestra en el texto del cuerpo de las cartas entre el destinador y la destinataria es una relación de amor que presenta un comienzo y un fin.

Con el pasar de los años las cartas se van volviendo más explicativas, más contadoras de la realidad, más con el ánimo de compartir el diario vivir, pero llenas de frases amorosas.

Es imposible pasar por alto es relación tierna casi de padre a hija en donde el código lingüístico cambia de tono.

También se identifica un tipo de relación amorosa muy madura principalmente en las cartas que van después del matrimonio y del nacimiento de los hijos.

Otro tipo de relación entre el destinador y la destinataria, es la del juego amor odio, del querer y reclamar, en donde incluso Rulfo utiliza palabras ofensivamente tiernas. Juego de palabras que necesitan de destreza y conocimiento del lenguaje para que no dañen y más bien, agraden.

La exageración, la hiperbolización de signos y frases, típicas del amor, pero que escritas por Rulfo suenan a romance profundo.

También en las cartas hay una relación de amor muy madura, y se manifiesta en momentos cúspide de sus vidas como el matrimonio y el nacimiento de los hijos.
Saqué más copias de cada una de las tres fotos que te mando, pero no te envío sino una de cada una por puro miedo a que te sueltes repartiéndolas entre la bola de novios que tienes.
Por otra parte, no me puedo imaginar cómo una niña tan menudita puede HACER UNA LETROTA TAN GRANDE…, al escribir una carta. Eso es hacer trampa.

Sin embargo, tu carta me dio un enorme gusto. Puse las dos manos para recibirla y la leí con mis dos ojos
El cine sin ti no sirve
Yo creo que si tú me gustas tanto es  por eso, porque hay algo de pájaro en ti; pueden ser los ojos o puede ser esa boca paradita tuya, que yo tanto quiero.

Y es que no imaginan que aquí, sobre este grande y ancho mundo, pueda nacer y crecer y vivir una cosita así tan fea y tan horripilante como tú.
Después de mi madre, a la única persona a la que tengo que agradecer lo que ha hecho por mí, es a ti.
No quiero tener a nadie más a quien agradecerle nada
Por esa razón te pedía yo consuelo, pues eres la única que puede dármelo, para sentirme más conforme; para dejar de rebelarme contra todo lo que se opone a mí mismo.
Ojalá estés bien y tan bonita como ninguna (iba a decir: como siempre, pero me acordé de que a veces te pones fea, por ejemplo cuando me regañas).
recibe todo el amor del que mucho te quiere y del que espera quererte más, y un abrazo enorme y lleno de ternura y muchos besos, muchos de quien te amará siempre.

He sabido ya lo que hiciste, la enorme travesura que hiciste. Has traído un hijo nuevo al mundo. Alguien que te cuidará cuando ya no puedas con la vida. Me cuentan que nació muy grande, y yo me imagino cómo te has de ver hermosa junio a él, abrazada a él, fuertemente, como si estuvieras abrazando con todas tus fuerzas tu esperanza.

Pero tú, pequeñita y todo, tienes tu
Criatura y él tiene una hermanita tan traviesa como su madre y tiene papá y la mamá más hermosa que haya tenido hijo alguno de mujer en esta tierra.

Mira, amor, ¿qué le podría decir yo? Esta carta debería ir sin palabras. Sólo llena de besos y del gran cariño que te tengo. Molerte a besos en el gran molino de mi corazón, que tú has hecho tuyo, y poner mi alma desdoblada como una sábana para que tú envuelvas en ella a toda tu familia.

Clara Aparicio, amorcito de Dios, iré a verte pronto; ése mi consuelo. Pues no dejo de extrañarte ni un momento, ni dejo de quererte ni un momento.


Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.
Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara.

Una relación particular de los textos superpuestos que desarrolla Lotman es indudablemente los hermosos versos que se encuentran intercalados en la prosa de las cartas. El destinador utiliza la poesía como vehículo para comunicar el amor profundo, que ya con palabras que pertenecen al código lingüístico coloquial no tienen el mismo efecto en la destinataria. Los momentos poéticos de Cartas a Clara son sencillamente hermosos.
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde…
y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río…

El otro día lo vi (tu nombre), por la noche, en un edificio de apartamentos. Se prendía y se apagaba y era de una luz blanca muy fuerte. Clara -pum, se apagaba- Clara - pam, se prendía-. Seguramente el ”Santa” está descompuesto, pues el letrero completo debía decir ”Santa Clara”, pero sólo relumbraba el Clara… Clara… Cada vez igual a la respiración de uno. Estando allí, me llené de recuerdos tuyos y me senté un rato sobre un pradito para mirar a gusto aquel nombre tan querido de esa criatura tan aborrecida y fea.

Clara:
Hoy se murió el amor por un instante y creí que yo también agonizaba.
Fue a la hora en que diste con tus manos aquel golpe en la mitad de mi alma.
Y que dijiste: tres años, como si fuera tan larga la esperanza...
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.

Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.


Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.

Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato. […]
De verdad, cuídate mucho, come y duerme bien y sueña con los angelitos y no con esta cosa maligna que soy yo.


3. Despedidas de las epístolas

Signos / frases
Análisis

Tu recibe un abrazo infinito de tu Juanucho y muchos, pero muchos besos de este muchacho para ti y para nuestros hijos.
Te adora con toda el alma
Juan

El trato del destinador hacia la destinataria es muy amoroso. El código lingüístico de las despedidas, de los cierres de cartas es tierno y lleno de esperanza. Al mismo tiempo es un código enfático, y si no mediara el amor recíproco, podría ser hasta tildado de exagerado.
Cariñito:
No creo que me quieras más que yo a ti. No puede ser. No, no puede ser, amorosa muchachita. Dulce y tierna y adorada Clara. Yo lloro, sabes, lloro a veces por tu amor. Y beso pedacito a pedazo cada parte de tu cara y nunca acabo de quererte. Nunca acabaré de quererte, mayecita.
Juan, el tuyo.

Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.
Guadalajara. 10/44
Juan Rulfo

Pero no me olvides.
Y que siempre seas igual, Chachinita adorada.
Juan

No, no es fácil querer mucho.
Juan


Agregué un número 4 que refuerza el valor semiótico del trato del destinador y la destinataria, este fragmento no está en Aires de la Colina sino en uno de los diarios que anunciaron la publicación de las epítolas amorosas,  y es un comentario hecho por Clara Aparicio como respuesta al en ese momento abrumantemente histórico suceso de publicación; y dice:

''Juan me hablaba con tanta dulzura, como si tratara a una niña. Y ella lo admira porque nadie le habí­a hablado con esas palabras. Ahora que veo esas cartas, se me salen las lágrimas y me pregunto: ¿pero así­ me decí­a? ¿Pues cómo se me fue olvidando? Y es que tiene uno que volver a leer constantemente las cosas para tenerlas presentes. Bueno, estas cartas llegaban a casa cuando yo tenía 15 o 16 años, y mi mamá me decía: 'Yo las voy a leer primero'. 'Ay, mamá', le decí­a yo. Después, cuando yo las leía me transportaba a un mundo desconocido. "

“…nadie me había hablado así…” dice claramente Clara. Con esto comprobamos el poder de la palabra amorosa de Rulfo, quien a lo largo de muchas cartas, logró encontrar el código perfecto, el hilo comunicador certero, el contexto idóneo, el juego del doble texto del que habla la semántica, para sembrar el amor en su destinataria.

Lo inconcluso de este juego de amor epistolar, es que conocemos solo parte de la trama, la que creó Rulfo. Por los momentos desconocemos la otra parte, las respuestas de Clara Aparicio. Es así que el juego de textos queda inconcluso y no podemos más que intuir sus respuestas partiendo de las ideas planteadas en las de Rulfo. Es obvio que encontraron eco en el corazón de Clara, cada carta posterior sucesiva lo demuestra.


Como decía Lotman “el texto ha seleccionado al público a su imagen y semejanza”. Es por eso que las Cartas a Clara no han resonado en todos los espacios. Es por eso que las Cartas a Clara han tenido críticas literarias en contra, aduciendo a su lenguaje cursi de hombre enamorado. No todos estamos preparados para ver la etapa amorosa de un autor más bien hermético. No todos estamos preparados para aceptar las debilidades románticas de un doloroso empedernido. No todos estamos preparados para encontrar en Cartas a Clara, más que una historia de amor, la historia de un autor que crecía en su práctica literaria a lo largo de 7 años de escritura epistolar; tipo de escritura que consagró a los autores de la Biblia, tipo de escritura que consagró a los más importantes filósofos del planeta, tipo de escritura que nos ha permitido tener a un Rulfo amoroso, no solo con Clara, sino con el mundo que recibió sus cartas pensando que eran nada más que cartas de amor, y que en pocos años tuvo el maravilloso regalo de El llano en llamas, el Gallo de oro y la novela Pedro Páramo.

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